Saturday, January 9, 2010

Luis Kalaff Pérez



Luis Kalaff Perez

Este ilustre “hacedor de canciones” que vio la luz al arrullo de las aguas del río Guaba en Pimentel, provincia Duarte, el 11 de octubre del año 1916, fue procreado por doña Bernavelina Pérez, de quien heredó la pasión por la música, pues ella tocaba muy bien la guitarra. Su padre fue el comerciante de origen árabe-libanés, don Juan Kalaff.

El oficio de carpintero que ejerció don Luis, además de servirle de fuente de sustento, le permitió fabricarse su primera guitarra, instrumento al cual se entregó con pasión, de suerte que en poco tiempo era ya un excelente ejecutante.

Contratado como ayudante de carpintería se enamora de la hija de su patrón y la fuerza de este sentimiento le inspiró su primera composición: “Yo ví un celaje”.

Desde entonces, don Luis se entregó al canto y a la composición de modo tan obstinado, que sus amigos llegaron a pensar que estaba mal. Minuto a minuto sostenía un encuentro, “corazón a corazón”, con las musas.

Separados sus padres, se trasladó a Bonao con su madre. Allí reafirma su talento y vocación, y conforma su primer conjunto musical. En la Villa de las hortensias, otra mujer le lleva a componer su clásico “Serenata de amor”. Al joven Kalaff le encanta enamorarse, y cada amor produce siempre hermosas composiciones.

La familia se traslada a la ciudad capital en la misma época en que surgen las velloneras y se populariza el disco de 78 r.p.m. Este desarrollo tecnológico no fue del agrado de los músicos de entonces, pues percibían que la nueva tecnología los sustituiría. Don Luis, sin embargo no claudicó.

Con motivo de la construcción del Hotel Jaragua, trabajaba en las obras al mismo tiempo que sus patronos buscaban un trovador para ofrecer serenatas; su gran disponibilidad y su estro lo preparan para encontrar la oportunidad que esperaba. Conoce a Pablo Molina y acuerdan formar un dúo, que luego, con la integración de Pedro Lapaix, pasa a ser el trío Alegres Dominicanos y obtienen un contrato para actuar en las emisoras La voz del trópico, y luego en H.I.Z..

Con la salida de Lapaix y el ingreso de Bienvenido Brens, otro de nuestros grandes compositores, el trío alcanza sus mayores éxitos, lo que coincide con la instalación de la histórica emisora La voz del Yuna en Bonao, estación por donde desfilan los grandes de aquella época.

A continuación son contratados para una gira por todo el país dentro de un proyecto de rescate de los ritmos autóctonos y encontrándose en Dajabón, don Luis compone una de sus obras más emblemáticas: “La empalizá”, que ha sido grabada por grandes intérpretes, entre ellos, Julio Iglesias.

Su genio creativo parece inagotable, está siempre despierto, en perpetuo movimiento; sus composiciones surgen una tras otra y viajan por el mundo en las mejores voces de aquí y de allá. Desde Lope Balaguer o Johnny Ventura hasta Oscar de León, Pedro Vargas o Rolando Laserie y Fernandito Villalona Desde Milly Quezada, Sonia Silvestre o Elenita Santos, hasta Libertad Lamarque, Sonia López o Amalia Mendoza. Desde Dioni Fernández, Ángel Viloria o Billo Frómeta hasta Celia Cruz, Los Condes o la Sonora Matancera.

De su gira de rescate musical por los pueblos del interior, entrega excelentes piezas con ritmos de mangulina a nuestro acervo musical. De ello son testigos: “Baitolina”, “Compay José”, “Compadre Cholo”, “Malao” y “Guayacanal”.

Su primer contrato con el trío sucedió en Puerto Rico en el año 1956, y en el año 1958, se traslado a la ciudad de New York donde hizo mas grande su conjunto y lo denomino ´´ Los Alegres Dominicanos ´´. La creación artística de don Luis Kalaff es tan vasta, que la sola enumeración de los títulos de sus canciones forma ya un espléndido cancionero: “Cuando vuelvas conmigo”, “Melancolía” y “Mi gloria”. “Acuérdate”, “Estoy a tu orden”, “Demasiado corazón”. “Olvídate de mí”, “Un corazón de acero”, tu “Amor sin esperanza”, “Voy a olvidarte”, “Aunque me cueste la vida”. “No tengo dinero”, “Al que me robó tu amor que le aproveche”.y por supuesto, “Siempre hace falta una Mujer”.

Sin dudas, don Luis Kalaff le juró amor eterno a su amada de toda la vida, la música. A sus 93 años, aún camina por su piel el fuego creador que solo los grandes artistas llevan grabado en sus corazones.

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