DESPRECIADA EN LA VIDA Y OLVIDADA EN LA MUERTE
Para Francisco Comarazami
Por: Antonio Zaglul
Felipa Perozo era una joven campesina con muy escasa preparación
intelectual, hija de un venezolano que vivió algunos años en la región de
Higüey y luego se había marchado a Coro, Venezuela, abandonado a su hija.
Ella se desenvolvía haciendo trabajos de sirviente
en casas de acaudalados higüeyanos. Doña Elupina de Soto, la señorita de la
casa, notó algo raro en la joven, e indagó. Ella le hizo una confesión: estaba
embarazada de Ramón Rodríguez, un muchacho que le había ido bien en los
negocios en la región, hijo de un oficial del ejército de Pedro Santana, que
abandonó a San Juan de la Maguana para seguir a su líder en los predios del
Este.
De ese amor ilícito va a nacer Andrea Evangelina
Perozo. La bautiza en la parroquia de San Dionisio de Higüey, el párroco Benito
Díaz Páez, el día 13 de enero de 1880, gracias a los esfuerzos de la bondadosa
doña Elupina. Ramón reconoce a su hija y se la entrega a su abuela Tomasina
Suero, mujer profundamente religiosa, hermana del general Suero, más conocido
como el Cid Negro de nuestra historia.
Jamás olvidará la sociedad donde se va a desenvolver
Evangelina su oscuro nacimiento.
A los pocos años de nacida, y con el apellido
paterno como hija natural reconocida, va a vivir a San Pedro deMacorís, con su
abuela, Doña Tomasina educará a su nieta a su imagen y semejanza, con las
costumbres del sur de nuestra república, donde predominan la gran raigambre
hispánica y una religiosidad rayana en el fanatismo.
Evangelina es una niña rara y fea, y se empeña en
aparentarlo más con su forma de vestir. Su costumbre de vestir mal y desaliñada
durará toda la vida.
Se inicia en los estudios primarios y es primera
nota en todos los cursos. A medida que crece, se hace más excéntrica. Es una
niña prodigio, de fácil verbo, que llega a la exageración.
Ingresa al Instituto de Señoritas que dírije
Anacaona Moscoso, y obtiene las notas más brillantes. La directora, además de
gran maestra es una gran sicóloga y descubre que su alumna más brillante es a
la vez una joven difícil. Por momentos, hermética; por momentos es locuaz.
La niña fea, huraña, se niega a ir a fiestas, y solo
tiene como amigo a un poeta leproso llamado Rafael Deligne, que visita durante
todas sus horas libres. Es al único a quien le enseña sus poemas y le cuenta su
vida. Ella es la niña-problema para Anacaona Moscoso, que con la suavidad que
la caracterizaba, le extiende los brazos, le abre las puertas de su hogar y, al
fin, Evangelina cede y le entrega su corazón a la maestra que le dará ayuda
espiritual y material mientras viva. Lilina es el apodo familiar. La hija de
Felipa es el despectivo. Viene a la capital a pasar exámenes finales y va a
vivir a una pensión del humilde barrio de San Miguel, pagada por su maestra y,
ahora también, su amiga. Obtiene las notas más brillantes de todo el curso,
graduándose en el 1902 de Maestra Normal.
Organiza la escuela nocturna para los pobres de San
Pedro de macorís, y es profesora del Instituto de Señoritas.
La Escuela de Medicina es un coto cerrado para
mujeres. Para ser médico hay que ser hombre; no es profesión femenina. Las
mujeres pueden ser enfermeras y comadronas, pero no doctores en medicina. Es un
fenómeno no solo en la República Dominicana sino en todo el mundo. El inicio de
las mujeres en el estudio de la medicina creó problemas en todas las
universidades. En la nuestra debió ser igual.
Evangelina cura las llagas leprosas de Rafael
Deligne y no siente asco. Le pregunta al poeta y consejero si ella debe
estudiar la profesión de Galeno, y recibe una respuesta afirmativa. Lo consulta
con Anacaona y ella también le da su respuesta entusiasmada. El resto es obra
de su coraje.
El día 19 de octubre del 1903 se inscribe la primera
mujer dominicana en la Escuela de Medicina de la Universidad de Santo Domingo.
No tengo datos precisos, pero presumo que hubo oposición a su inscripción.
Antes de iniciar la carrera, muere el poeta y amigo. Durante el transcurso de
sus estudios muere Anacaona Moscoso, su maestra y amiga del alma. La nombran
directora del Instituto de Señoritas, y sigue sus estudios con el ahinco de
siempre. Se gradúa en el año 1911. Su tesis: "Niños con Excitación
Cerebral", recibe un sobresaliente.
Publica su primer y único libro de poemas,
intitulado "Granos de Polen", de relativo éxito literario y de gran
fracaso económico. Lo había publicado con el fin de levantar fondos para hacer
su especialidad en París.
"Envidia es admiración deformada", decía
don Jacinto Benavente.
Evangelina Rodríguez Perozo, la hija de Felipa, la
maestra peor vestida de la tierra, al decir del pueblo, la fea, la mala
poetisa, era la primera Doctora dominicana en Medicina, Directora de una de las
mejores escuelas de la República, creadora de una escuela nocturna para
obreros, se enfrenta a una sociedad que le es hostil en grado extremo. Ejerce
su profesión de médico en la ciudad donde no sólo están los mejores médicos de
la República sino también brillantes médicos extranjeros.
Renuncia a la dirección del Instituto y marcha a San
Francisco de Macorís a ejercer la profesión. Con el dinero que gana, que no es
mucho, y con la ayuda de Don Eladio Sánchez, el esposo de su gran amiga y
maestra, marcha a París en el año 1920.
Estudia Pediatría con Nobecourt, uno de los más
grandes especialistas franceses de todos los tiempos. Hace Ginecología en el
Hospital Broca, y Obstetricia en la Maternidad Baudelocque. Regresa a San Pedro
de Macorís el año de 1925.
¿La recibirá la sociedad de San Pedro de Macorís con
los brazos abiertos? ¡Jamás! Todo seguirá igual. Evangelina es
mujer muy inteligente y atrevida, estudió medicina y "sabe un poco más que
una enfermera", al decir de sus detractores. Abre su consultorio en una
barriada y sigue tan mal vestida como antes de irse a Europa. Para la doctora
que siempre ha tenido una mente abierta, su vida en el Viejo Continente le da
más amplitud mental.
A la semana de llegar organiza lo que ella llamó
"La Gota de Leche". A las madres se les suministraba una cantidad de
leche para el bebé.
Organiza un servicio de obstetricia para exámenes
prenatales y post-natales, y da curso de nivelación a las comadronas
dominicanas.
Y todavía algo mayor: aconsejaba a los matrimonios a
tener únicamente los hijos que pudieran mantener, dando recomendaciones para
evitarlos.
Recomendó la educación sexual en las escuelas.
Organizó el servicio de prevención de venérea. ¿Resultado? Evangelina Rodríguez
viene loca de París.
¿Era realmente loca, o una mujer adelantada a la
época en que vivía?
En el año 1947 el profesor Heriberto Pieter me
encarga en la práctica de Historia de la Medicina hacer una biografía de
Evangelina Rodríguez. Tenía un vago recuerdo de ella. Era la pediatra de mi
familia, y en muchas ocasiones me atendió. A cambio del aceite de ricino que me
indicaba, mi respuesta, con la impiedad de un niño, era decirle fea una y mil
veces. Después que comencé a descubrir, ya adulto, a la persona de Evangelina,
se convirtió en mi personaje inolvidable.
La doctora continuó luchando frente a un medio
adverso que a cada paso le recordaba su origen oscuro, y que le hacía bromas
por su físico, y que luego le endosó un nuevo sambenito: loca.
Sube Trujillo al poder y Evangelina se niega a
rendirle pleitesía. Al contrario: con su verborrea habitual y con lógicas razones,
hace críticas públicas al gobierno. (Ahora le llaman micromítines). En todas
las esquinas de San Pedro de Macorís, arremete Evangelina contra el tirano. La
sociedad confirma su locura, confundiéndola con su gesto honesto y de valor. La
gente le teme, y pierde su clientela.
Fea, mal vestida, genial, es despreciada por una
sociedad decrépita, dominada por hombres que nunca aceptaron que la humilde
mujer fuese capaz de estudiar una profesión erróneamente considerada solo para
hombres.
Una doctora, la única doctora en medicina de
República Dominicana, que habló de planificación familiar hace cuarenta años;
que organizó servicios pre y post-natales; que instaló un servicio de
prevención de venérea, y quiso enseñar educación sexual en las escuelas; que
suministraba leche a los recién nacidos pobres y que nunca se le humilló al
tirano, solo ganó un título: loca por el solo hecho de ser mujer, pero
no una mujer cualquiera sino una mujer que vivió medio siglo adelantada a la
época.
Desde hace veinte años busco datos para hacer una
biografía de esta gran mujer, y hay un detalle curioso: todos los hombres se
expresan mal de ella, pero en las personas de
su mismo sexo
la opinión es totalmente diferente. ¿Influyó en su trastorno de carácter, en
los últimos años de su vida, el olímpico desprecio de la sociedad nuestra
dominada por hombres? Creo que sí.
En la última década de su vida no he podido obtener
datos precisos. Marchó de la ciudad de San Pedro de Macorís sin rumbo fijo. Por
datos aislados sé que vivió en la colonia de Pedro Sánchez, donde daba atención
médica y alfabetizaba a campesinos. Después, el Seybo, Hato Mayor. Recorrió
toda la región del Este, por comunes, secciones y parajes, siempre dando de sí,
siempre sin recompensas. Sus dos grandes amores: Magisterio y Medicina.
Volvió a San Pedro de Macorís a morir. Murió una
tarde cualquiera, gris, olvidada por todos. Todavía sigue olvidada. Nadie sabe
quien es Evangelina Rodríguez, una mujer genial, atrevida, que quiso hacer lo
que hacían los hombres, y lo hizo mejor. Por eso fue despreciada en vida,y hoy
su memoria yace llena del polvo del olvido.
Antonio Zaglul, “Ensayos y biografías”, Editora “El
médico dominicano”, Santo Domingo, 1970, pp. 121-125
No comments:
Post a Comment